lunes, 23 de enero de 2017

Documentos de la CIA: ¿Planeó Fidel Castro atacar a EEUU?

Agentes del FBI escoltan a Roberto Santiesteban (centro), José García y Marino Sueiro tras ser instruidos de cargos por conspiración de sabotaje, el 23 de noviembre de 1962, ante tribunal de Nueva York.
Por Miguel Fernández Díaz

La CIA acaba de poner en internet, para todo el mundo, su más grande compilación de documentos desclasificados: unos 930 mil, con más de un millón de páginas en total.

Hasta el momento, el acceso a su Sistema de Búsqueda de Documentos (CREST, por las siglas en inglés) se limitaba a quienes acudían en persona a la sede de la Administración Nacional de Archivos y Registros (NARA) en College Park, Maryland. Ahora pueden consultarse en el sitio web de la CIA denominado Sala Electrónica de Lectura.

Entre la miríada de documentos salió a relucir el memorando que Arnold Nachmanoff, alto funcionario del Consejo de Seguridad Nacional (CSN), remitió el 16 de noviembre de 1970 a su director, Henry Kissinger, sobre opiniones de Fidel Castro con respecto a Estados Unidos y sus temores de otra invasión.



El memo resume la información filtrada al respecto por el diputado comunista costarricense Manuel Mora Valverde, secretario general del Partido Vanguardia Popular (PVP), luego de reunirse con Castro en La Habana para discutir, con carácter oficial, la devolución del avión de LACSA (hoy Avianca Costa Rica) que un comando del Frente Sandinista (FSLN) había secuestrado el 21 de octubre de 1970, en el Aeropuerto Internacional del Coco (hoy Juan Santamaría). La acción armada tenía por objetivo exigir al presidente José Figueres la libertad -conseguida de inmediato- de cuatro sandinistas encarcelados en la Penitenciaría Central de San José: Carlos Fonseca Amador, Humberto Ortega, Rufo Marín y Plutarco Hernández.

Mora Valverde discutió también por su cuenta ciertos informes que venían circulando sobre bases en territorio costarricense para agresiones contra Cuba. Además de jurar por su madre que Figueres jamás permitiría tales instalaciones, Mora Valverde soltó que las descargas anticastristas de Figueres eran de consumo del público, pero no reflejaban el verdadero sentir del presidente. Figueres distaba mucho de ser hostil a Castro y Cuba.

Figueres atrajo la atención de Moscú desde que, al ser retado a duelo por el presidente nicaragüense Luis Somoza, aceptó con la condición de que tuviera lugar sobre la cubierta del submarino soviético que Somoza decía haber capturado. El PVP recibió de la KGB la suma de $300 mil dólares para respaldar la campaña presidencial de Figueres, alias KASIK, quien tras tomar posesión en 1970 estableció relaciones diplomáticas con la URSS y empezó a venderle café. El jefe de la rezidentura en San José, un tal Mosolov, se reunía regularmente con Figueres, pero este coqueteaba también con la CIA y el seguroso castrista Manuel “Barbarroja” Piñeiro se encargó de advertírselo a la KGB, que acabó por desechar a Figueres como “inconsistente en sus opiniones y acciones”.

Castro olfateaba otra invasión

Castro repuso a Mora Valverde que las declaraciones de Figueres sí importaban, porque tenía indicios de que Estados Unidos preparaba otra invasión a Cuba. Y agregó que su tesitura frente a la invasión había cambiado: en vez de esperar, como había sucedido con Bahía de Cochinos, se lanzaría al ataque y “proseguiría la guerra hasta que la Unión Soviética entrara en ella”.

El memo sugiere que las preocupaciones de Castro sobre otra invasión pudieran traer su causa de recientes gestiones de exiliados cubanos, ante gobiernos centroamericanos, en busca de colaboración y bases de operaciones contra Cuba. “Si la información es fidedigna”, acota Nachmanoff, la vehemencia de Castro pudiera conducirlo a emprender acciones desatinadas y tendientes a la confrontación entre Estados Unidos y Cuba y/o la URSS. Asimismo sugiere que la reacción de Castro pudiera deberse en parte a las presiones de los rusos y de gente del propio gobierno castrista para sacarlo poco a poco de su posición preminente, como ya había señalado a Kissinger otro alto funcionario del CSN, Viron “Pete” Vaky, en memo del 6 de noviembre:

La elite gobernante en Cuba afronta una lucha intestina en torno a dos maneras de dirigir el país: una respaldada por -y probablemente inspirada en- los soviéticos, y otra encabezada por Castro y su vieja guardia del MR-26-7.
La posición central de Castro se ve amenazada por las tensiones resultantes y al parecer Castro lo sabe, amén de tener pruebas de la conexión soviética con tal amenaza
Nachmanoff adjuntó al memo suyo un informe de inteligencia que, “de ser fidedigno”, ofrecía una perspectiva interesante de las opiniones de Castro sobre Estados Unidos, sus temores a otra invasión y su posible reacción a ella. Sin embargo, la desclasificación de la CIA llegó hasta el memo del CSN y dejó fuera, como en otras muchas ocasiones, el informe de inteligencia que constituye el meollo de la información.

 Historia y estilo

Ya sabemos en qué paró aquella lucha intestina. Castro asistió al XXIV Congreso del PCUS, que comenzó el 30 de marzo de 1971, y recibió la mayor ovación a un delegado de partidos hermanos. Ese mismo año, su Dirección General de Inteligencia (DGI) asumió algunas operaciones de la KGB en Gran Bretaña, para mitigar la crisis desatada el 25 de septiembre por la expulsión de 115 diplomáticos soviéticos. Al año siguiente, Cuba ingresó -el 11 de julio- en la órbita soviética denominada Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). Vaky, Nachmanoff y Kissinger se quedaron con las ganas de sacar partido de las presiones en torno a Castro y no sabemos si el informe de inteligencia de la CIA previó este desenlace.

Al momento de la visita de Mora Valverde, Castro estaba al tanto del “gran plan-político militar” que, desde diciembre de 1969, venía anunciando el empresario cubanoamericano José Elías de la Torriente. Ante miles de exiliados congregados en Miami para el unity rally del sábado 21 de febrero de 1970, Torriente reveló que buscaría apoyo en Latinoamérica. El 1ro de junio acudió a la radioemisora La Fabulosa (WFAB) para dar parte de su gira por Brasil, Argentina, Venezuela y República Dominicana. Y el 3 de julio largó en Madrid comunicado de prensa sobre la invasión a Cuba con unos 15 mil efectivos desde un país no identificado de Centroamérica.

Pamplinas. El 23 de abril de 1971, el veterano de Bahía de Cochinos Felipe Rivero Díaz, declaró que el Plan Torriente estaba “más que enterrado”. No pudo resucitarlo ni siquiera su primera y única acción militar, que se llevó a cabo el 12 de octubre de 1971 contra el puesto fronterizo y caserío de Boca de Samá. Torriente seguiría con la cantaleta de guerra definitiva contra Castro hasta recibir -la noche del Viernes Santo de 1974- un balazo mortal en la cabeza, mientras veía la televisión en casa. El militante anticastrista Orlando Bosch negó su participación, pero sentó lapidariamente: “Él jugó con las esperanzas, las aspiraciones y el dinero del pueblo (…) Nadie más levantará una falsa bandera por temor a perder su propia vida”.

Un ataque frustrado

Así y todo, la idea de atacar a Estados Unidos constaba en el repertorio de Castro -según el FBI, no la CIA- por lo menos desde 1962. El 17 de noviembre de aquel año, el FBI arrestó a Roberto Santiesteban, attaché de la Misión de Cuba ante Naciones Unidas, y a los exiliados cubanos Marino Sueiro y José García, bajo cargos de conspiración de sabotaje. En el taller de García (242 W 27 Calle, Nueva York) se ocuparon granadas de mano, artefactos incendiarios, detonadores y otros materiales propios de acciones de sabotaje. Sueiro trabajaba allí a tiempo parcial. Otros dos diplomáticos de la misión: José Gómez-Abad y su esposa, Elisa Montero, se incluyeron en la denuncia, por suministrar explosivos a García, pero gozaban de inmunidad diplomática.

Según el Director del FBI, Santiesteban portaba una pistola semiautomática cargada, se resistió al arresto y trató de engullir unos papeles con fórmulas de explosivos antes de invocar inmunidad diplomática, que el FBI no había considerado porque Santiesteban entró a Estados Unidos el 3 de octubre y sus credenciales aún estaban en proceso. Gracias a la mediación del Secretario General de la ONU, U Thant, Santiesteban saldría en libertad bajo fianza y terminaría regresando a Cuba, después que Estados Unidos aceptara la alegación de inmunidad. Los otros dos encausados se perdieron en la historia, como el informe de inteligencia de la CIA adjunto al memo de Nachmanoff a Kissinger.

Chris Simmons, teniente coronel retirado de la agencia de inteligencia militar (DIA, por sus siglas en inglés), puntualiza que el ataque estaba previsto para el Black Friday y hubiera sido la acción terrorista de mayor envergadura en Estados Unidos anterior al 9-11. La conspiración habría obedecido al deseo de venganza de Castro en previsión contra el incumplimiento por Kennedy del pacto con Krushev que diluyó la Crisis de los Misiles. Los objetivos del sabotaje eran la Estatua de la Libertad, la estación de ómnibus de la Calle 42, la Grand Central Station y otras paradas del metro en Manhattan, las tiendas neoyorquinas de Macy’s, Gimbels y Bloomingdale, así como refinerías de petróleo en Nueva Jersey.

¿Y qué nos dice ahora la CIA? Nada. El memo es del CSN y el informe adjunto de la CIA, con supuesta información de inteligencia (INTEL), queda en las tinieblas.

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