jueves, 29 de diciembre de 2016

Hasta Febrero del 2018

Díaz-Canel, el heredero del poder del régimen castrista en Cuba
Sí asume la presidencia en 2018, llegará al poder tras 59 años de régimen de los hermanos Castro.

Raúl Castro se ha dado de plazo para entregar el mando de Cuba el año 2018. Dentro de 13 meses sabremos cuál es el plan para conservar el poder en manos de la dinastía. La herencia del trono pivota entre la figura del actual vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, y el coronel Alejandro Castro Espín, hijo del gobernante cubano.

El cambio es inevitable, además de la promesa del viejo general, la certeza es fruto de las leyes de la naturaleza. Cuba se enfrenta al fin del castrismo sin su principal timonel. Fidel Castro murió sin arrepentirse de sus fechorías, dejó este mundo sin pedir perdón por el horror a que sometió a sus ciudadanos.

La preocupación, más allá de quién ocupará el poder, debería ser qué harán los cubanos con sus vidas el “Día D”. Cómo debe ser la sociedad, sobre qué pilares debería elevarse el edificio del futuro.

La clave es renunciar al olvido para evitar repetir la ignominia sucedida durante casi seis décadas. Los cubanos deberían renunciar a dar la espalda a las víctimas de un proceso demasiado manchado de sangre para ser considerado un proyecto humano. La principal tarea es evitar que los hombres del mañana desconozcan esta conjura sádica que hirió, fusiló, y encarceló a todo aquel que disintió, dudó o quiso huir del macabro despropósito.

Las víctimas de la dinastía no se pueden separar en colores políticos ni parcelarlas en etapas del duro tránsito por la senda castrista. Las primeras cayeron ya en la propia Sierra Maestra, fusilaban a quienes se jugaban la vida con ellos por alcanzar el poder. Fusilaban por si acaso, cuando perdían la confianza en alguno de sus hombres. Cuando alguno se cansaba de estar allí. Fusilaban para disuadir a los vivos de la idea de la traición.

Y fusilaron en enero del 59 cuando implantaron el terror revolucionario. Ensangrentaron el Cuartel Moncada seis años después de aquel “épico” 26 de julio de 1953. De espaldas a la pared, con un tiro en la cabeza terminaron sus días 72 oficiales de la mítica fortaleza tras el triunfo de Castro. Y se justificaron con la justicia severa del pueblo y ensangrentaron también la fortaleza de la Cabaña en La Habana. Todas las noches a las nueve, las familias cubanas perdían a un ser querido.

Los Castro desmontaron el viejo sistema con sangre y sobre los cuerpos de una cifra indeterminada de cadáveres cubanos levantaron su atroz revolución. ¿Quién estará en el poder dentro de 13 meses? No es la pregunta. ¿Qué hacer para recordar a las víctimas de seis décadas de infamia? Debería ser nuestra razón de ser.

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